lunes, 8 de diciembre de 2014

Nuestra piel



1-Limpiar el rostro con demasiada frecuencia: Una excesiva higiene puede eliminar la capa lipídica protectora de nuestra piel, fundamental para mantener la función de barrera cutánea. Basta con realizarlo dos veces por día: a la mañana y por la noche. 

2. Utilizar productos abrasivos e irritantes: El lavado con jabón común puede sensibilizar e irritar la piel. Elegir productos suaves, no irritantes de acuerdo al tipo de piel, es decir emulsiones de limpieza para pieles secas y sensibles y en gel para pieles normales a grasas. Lo ideal es que no sean demasiado fuertes que dejen la piel roja o sensible.

3. No exfoliar o exfoliar demasiado: El uso de un exfoliante puede mejorar la textura y el tono de la piel. A medida que envejecemos, nuestras propias enzimas, que normalmente exfolian nuestra piel, ya no son tan eficaces y eso ocasiona un cutis áspero y opaco. Es recomendable exfoliar la piel por la noche, que es cuando la piel descansa y se regenera. Pero hay que tener en cuenta que la exfoliación más de dos veces a la semana puede irritar la piel.

4. Ir a dormir sin desmaquillarse: el maquillaje obstruye los poros y evita que el sebo, lubricante que evita la deshidratación cutánea, haga su trabajo. No olvidarse de quitar el maquillaje de los ojos, ya que no hacerlo puede causar infección e irritación, además de fragilidad de pestañas. 

5. Enjuagar con agua demasiado caliente: y más aún en el invierno, cuando la piel es más propensa a estar reseca. Además de resecar la piel, el agua caliente puede empeorar condiciones cutáneas como la rosácea. 

6. El uso excesivo de toallitas faciales: es innegable que son prácticas para una higiene rápida, pero no reemplaces tu limpiador regular con ellas. Para lograr una limpieza profunda y efectiva, es necesario utilizar un producto de limpieza específico para tu piel.

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